Llevo unos días desconectado del blog. Días de mucho curro, y de pocas ganas de pensar cuando me he puesto delante del teclado (del de casa, claro, delante del teclado en el trabajo casi que no hago otra cosa que sacar humo de la azotea!).
Os cuento que he estado dos días en Valencia, viaje relámpago, a ver a un cliente. Teóricamente ibamos a realizar las pruebas integradas de un proyecto consistente en interfasar un nuevo software que este cliente ha adquirido a un proveedor italiano y su sistema SAP. La visita ha resultado ser un fiasco: el proveedor italiano se ha presentado sin los deberes hechos (y a estas alturas ya no vale la excusa de "señu, yo los hice pero es que se los ha comido mi perro") y planteando dudas sobre cuestiones que deberían estar claras desde hace casi dos meses. La foto final ha sido que, delante del cliente, ellos han quedado de puta pena (con discusiones entre sí y desplantes propios de niños de quince años) y nosotros hemos quedado de puta madre (consecuencia, en parte, de la sana costumbre de poner en los correos frases del tipo si en tres días no recibimos respuesta asumiremos que se dan por aprobadas los propuestas relacionadas en este correo).
Además, el proveedor italiano desplazó a un técnico italiano que no hablaba ni papa de castellano y a un supuesto compañero español (supuesto, porque a la hora de la verdad le dejó más tirado que un perro e incluso le echó la culpa de cosas aprovechando que el pobre no rascaba el castellano ni patrás) que se suponía que hablaba italiano (una vez más, se suponía, porque lo que hacía era repetir como un loro nuestras preguntas y comentarios, sólo que más lento y añadiento al final capito? o va bene?). Aquí me apunto un tanto, porque al final yo hablé en italiano con el técnico y gracias a esto pudimos sacar las cosas en claro...
Lo mejor del desplazamiento, la cena que nos pegamos con mi compañero en un local llamado los bestias, de obligada visita si pasáis por Valencia o Zaragoza, donde, por citar algunos detalles, te sirven la cerveza en una cuña de hospital y la sangría en un orinal, o en vez de ponerte cacahuetes en un platito llega el camarero y te los tira desde tres metros de distancia... vamos, como a los monos! Risas aseguradas (y además buena cena y baratita: entramos justo cuando abrían, y nos marchamos cuando cerraban, comimos bastante y bebimos bastante más, y salimos a veinte leuros por barba).
Ah, por descontado, siendo un viaje relámpago en toda regla, ni comí paella (la foto es pa despistar :-D ), ni naranjas, ni ná de ná de ná. Bueno, sí: me bebí un bombón (cortado con leche condensada, típico de Levante), hacía años que no tomaba uno...
Y otra cosa no, pero acabé de kikos hasta los coj...
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